Por: Tomás Di Bella
Primero hay que admitir que la lucha no ha cesado. Y no ha fenecido porque en el alma de todos los y las luchadoras y luchadores sigue el sueño y la actitud de un mundo de otra manera, una comunidad de encontrar espacios en la colonia, en el ejido, en el barrio, en la calle, en la habitación donde sueñas, en la escuela y en la fábrica, incluso en el campo. Y esto tiene que ver con la verdad de ser vecinos, de estar en el auxilio, de recibir a los del exilio, de brindarse comidas, de comunicarse con la palabra, de abrazarse con dignidad.
Hace cuatro, o tres o dos o un año la lucha sigue siendo lo mismo desde que nació hace milenios. Defender la tierra, proteger el predio donde sembramos, respirar el aire que tenemos y compartimos, y de contar las historias políticas de dignidad.
Mexicali Resiste es sólo uno más de una miríada de luchas en el mundo, pero es tan importante como cualquier otra. No sólo nació de una oleada de mucha gente, sino que se estableció en un grupo breve, efímero, pero prevaleciente. Todos y cada uno de los movimientos sociales han nacido de esa manera: una célula, una aglutinación, una tromba, que hizo y hará temblar al poder entronizado.
Ayer se cumplió un cumpleaños de alguien que falleció en la lucha; mañana se cumplirá un cumpleaños que fallecerá en la lucha: hoy estamos celebrando el cumpleaños de alguien que está vivo en la lucha.
No hay otra manera de entenderlo. La lucha es constante porque el embate de las empresas, de los gobiernos, de los siniestros individuos son sólo una cosa: su ganancia monetaria que seca a la población. Ante eso, sé que soy metafísico heterodoxo, no importa.
La lucha sigue y agárrense las bolas que la patada será recia.
Mexicali, BC a 25 de enero de 2022