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Foto: Tomada de facebook Tomas Di Bella

Supervivencia vecinal

Bicitecleando, andares por la ciudad

Tomás Di Bella

MEXICALI.- En mi vecindad, que es casi igual a la mayoría de las vecindades de esta ciudad calurosa, (mencione aquí usted el nombre de la suya) los vecinos y vecinas, luchones y sufrientes, inventivos y encabronados, tiernos y sagaces, se la llevan ayudándose unos a otras y otras a unos de una manera solidaria y natural. No es poca cosa ante la indiferencia gubernamental, el embate de los medios informativos cooptados y torcidos en una compra-venta verdulera, las calles rasposas y con hoyancos, la casi ausente vigilancia municipal, los fallecimientos por enfermedades y pandemias, la oscuridad de las calles, los hallazgos de muertos y muertas en las calles –la cifra sigue a la alza-, las decenas de los sin casa y sin alimento que se encuentran en las calles, a la intemperie, en los semáforos, en la nada, con las manos vacías y los ojos perdidos. El desfile ya no de caravanas de migrantes sino de huidas a salto de mata por los rincones de la ciudad. Y, a pesar, o por encima del optimismo de los que dictaminan y dictan leyes y ejercen el poder, la mayoría anda a pelo. Y esto a veces, si no siempre, es espeluznante.

Pero hete aquí, que la tan mencionada sabiduría del pueblo -tan vanagloriada en los discursos políticos y en las conferencias de prensa, en el show mediático de aplausos y críticas de al despacito para que se vea que sí es de verdad-, surge en el vecindario menos inesperado. Y así, el compañero de la esquina que es mecánico de oficio y vive de sus fierros, le arregla la carcacha a la doña que vende churritos en la mitad de la cuadra, pero también cose ajeno o lava, no tan ajeno. Y ella a su vez ha denunciado, válgame la sorpresa, los abusos de los que tienen lugares para fiestas y que rentan para que la gente venga y descorche toda la ansiedad de que son capaces. Aunque estos dueños vivan a kilómetros donde la gritería y la música no deja dormir a la gente que trabaja.

Así, el carpintero de la colonia anuncia que un día a la semana arreglará gratis cualquier mueble que hagan el favor de traer hasta su taller, no muy temprano, por favor. Y las doñas, y también los doños arriban con sillas pata rota, mesas guangas, taburetes destablillados, marcos de fotos de familia o pidiendo un perro de madera para la ofrenda del día de muertos. No sin llegar con un plato de pozole, unos tacos de machaca o de frijol, o algunas veces hasta un trago de tequila.

No estamos hablando de ficción, yo lo vi, yo olí el pozole y el taco. Decía Fabricio Mejía Madrid, en no me acuerdo dónde, que el cronista si no habla de que olió algo, no es creíble su crónica, o sea, la escribió sentado en su redacción y es más literatura que crónica.

Así las cosas, la gente del barrio a veces se deja engañar fácilmente. Aunque mañana ya agarre revancha. Como el otro día, al ir a comprar un paquete de tortillas a la tiendita de la esquina, cuya labor social ya la hubo explicado Pierre Bourdieu, antes de ser famoso, y de cómo es mejor caminar unos cuantos metros en lugar de subirse al carro e irse a estacionar a un gran supermercado gringo o español, y comprar unas tortillas hechas en Estados Unidos y que saben a cartón de homeless. En esa tiendita de la esquina, se reciben las noticias de buena mano. Y es que todos los del barrio llegan ahí por su soda, su lata de sardina, su pan para cenar, su torta fría con chicharrón. Y todos platican con la doña: que si se casó fulana, que si se fue zutano pal otro lado, que si perengano ya no pasa por aquí, que si se murió el viejito de la otra cuadra, que si la luz subió, que si chingue a su madre el gobierno, que si la nueva gobernadora –tan bonita ella- hará algo realmente. Porque, dice la doña de la tiendita, ella, la Marina, está haciendo historia, fíjese.

Ah, sí, le digo, mientras veo un pan ojo de buey que está a la venta.

Sí, fíjese, me dice doña tendera política analista barrial, ella es la primera gobernadora mujer en Baja California, y además –esto lo dijo con un dejo de orgullo- la primera gobernadora embarazada.

Pensé, ya de regreso a la cantona, que la doña tenía razón. Si está haciendo historia, pero estadística, me dije. La verdadera historia, la real, la del barrio, sigue siendo la misma.

22 de noviembre de 2021

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