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La rebelión de la clase media

COLUMNA.- SIN NOMBRE

Por: Luis Arellano Sarmiento

MEXICALI.- La sociedad baja californiana y particularmente la de Mexicali, con una acción política de resistencia, de manera pacífica dieron una muestra más de civismo en el país.

Estudiantes, maestros, profesionistas, comerciantes, empleados, clubes, familias enteras salieron a las calles a gritar su inconformidad con las políticas públicas de los tres órdenes de gobierno.

La inconformidad contra el gobierno del estado fue la nueva Ley del Agua que permitía a los particulares prestar el servicio de agua potable, incrementaba el 20 por ciento la tarifa y consentía el corte total del suministro. Otro reclamó fue la obligatoriedad de cambiar las láminas de placas para automóviles y motocicletas.

En ambos casos el gobernador Francisco Vega de Lamadrid cedió pues abrogó la ley y eliminó el reemplacamiento.

Pero la causa principal del reclamo popular fue el incremento de la gasolina en un 20 por ciento, acción directa del presidente Enrique Peña Nieto, quien no ha escuchado el reclamo de los ciudadanos. Otro es el incremento del 10 por ciento al impuesto predial.

Lo cierto es que ni los diputados locales ni el gobernador se imaginaron la respuesta política de los mexicalenses el 12 y el 15 de enero, donde el primer día protestaron más de 10 mil y el segundo superó los 45 mil manifestantes. Cifras conservadores y oficiales tal vez debajo de la realidad.

En los anales de Mexicali, ciertamente hace unos meses hubo una marcha convocada por grupos religiosos contra el matrimonio igualitario. Donde dicen asistieron más de 10 mil personas impulsadas por sus líderes en la fe, sacerdotes o pastores.

Pero acciones cívicas laicas, los más viejos recuerdan en 1990 contra los altos cobros de electricidad, y otra en 1973 con 25 mil almas protestando por la misma causa, según dijo en su momento quien fuera gobernador en ese entonces Milton Castellanos Everardo.

También en el registro histórico mexicalense, está la protesta de 20 mil personas contra un fraude electoral en 1968, práctica muy común del gobierno totalitario y corrupto emanado del Partido Revolucionario Institucional (PRI).

En el plano electoral, en 1989 Baja California tuvo al primer gobernador no priista de toda la república mexicana, o acaso debo decir que fue al primero que se le reconoció un triunfo legítimo en las urnas. Asimismo, en 1988 el estado no favoreció al candidato presidencial priista, sino que votó por el abanderado de un frente de centro izquierda.

En este enero de 2017, el malestar ciudadano y la protesta masiva hizo que el gobierno estatal modificara políticas públicas, ese es un triunfo cívico que encabezaron los mexicalenses.

Después de las dos manifestaciones, activistas aprovecharon la magnitud del rechazo para tomar las instalaciones del Congreso del Estado, el Palacio Municipal y el edificio del Ejecutivo Estatal. Antes, a iniciativa de un club de motociclistas se bloquearon las tres oficinas de Recaudación de Rentas. Sin recaudación municipal ni estatal, sin duda la presión para la autoridad fue mayor.

Cuando estalló la Revolución Francesa, allá por 1789, además del derecho a la libertad, la seguridad y la propiedad, hubo otro derecho que sin duda debe tener un rango constitucional en México, que es el derecho a la rebelión, a la resistencia a la opresión.

En la práctica y a medias, en estas últimas semanas tácitamente se ha reconocido en Mexicali, con la salvedad de la fuerza pública desplegada para disuadir a 70 ciudadanos que bloquearon seis días y medio la estación de Petróleos Mexicanos. En Playas de Rosarito el desalojo fue violento y pasando por los derechos universales de la prensa al estar en busca de la información.

En la marcha mexicalense de domingo 15, me tocó ver y entrevistar a familias enteras, abuelos, hijos, nietos. En una manifestación legítima, sin acarreados porque era la decisión voluntaria e individual del ciudadano indignado con la clase gobernante.

Una amiga profesionista me contó que no pudo ir a la protesta del jueves porque era hora laboral, pero para la manifestación del domingo se organizaron en su trabajo para asistir y así lo hicieron.

La madurez política, cívica y pacifica que demostró el pueblo cachanilla, hizo cimbrar a propios y extraños. El mensaje al gobernador y diputados es que antes de decidir por todo un pueblo, deben pedir su opinión; ganar en las urnas ya no es suficiente ni sinónimo de autoritarismo. Los mexicalenses saben salir a las calles y protestar, que no se les olvide.

Pero la madurez política también debe evidenciarse al asimilar un triunfo, actuar con sapiencia y aceptar la democracia como nuestra forma de gobierno. Para bien o para mal, Vega de Lamadrid ganó en las urnas pues el voto popular le favoreció.

Quienes no conciliamos en una política de gobierno neoliberal que adoptó México y Baja California, debemos persuadir para cambiar el tipo de gobierno mediante las urnas, lo contrario es el enfrentamiento, la guerra civil y el derramamiento de sangre. Matarnos entre mexicanos.

Y es precisamente el buen ejemplo de la sociedad mexicalense, una quimera que aún se construye con la participación de su gente, de manera pacífica, con la razón y la sapiencia como principales armas.

Un buen amigo periodista hizo una observación perspicaz después de la mega manifestación histórica, incluso superior a la muchedumbre que asiste al Grito de Independencia cada 15 de Septiembre: cuando los miles de manifestantes se retiraron no había basura en la plaza cívica, ni en las calles aledañas.

La poderosa clase media, gente instruida, había estado ahí.

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